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“La vejez: nuestro futuro. La condición de los ancianos después de la pandemia”

 “La vejez: nuestro futuro. La condición de los ancianos después de la pandemia”

Miércoles, 10 de Febrero de 2021
Documentos Eclesiales

Ser ancianos es un don de Dios

Este 9 de febrero se ha presentado el documento de la Pontificia Academia para la Vida sobre la condición de los ancianos tras la pandemia.

“La vejez: nuestro futuro. La condición de los ancianos después de la pandemia”. Este es el título del documento publicado hoy con el que la Pontificia Academia para la Vida, de acuerdo con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, propone una reflexión sobre las lecciones que hay que extraer de la tragedia causada por la propagación del Covid-19, sobre sus consecuencias para hoy y para el futuro próximo de nuestras sociedades.

Repensar el modelo de desarrollo
Lecciones que han hecho surgir una doble conciencia: "por un lado, la interdependencia entre todos y por otro la presencia de fuertes desigualdades. Todos estamos a merced de la misma tormenta, pero en un cierto sentido, se puede decir, que remamos en barcos diferentes, los más frágiles se están hundiendo cada día”. “Es esencial repensar el modelo de desarrollo de todo el planeta", dice el documento, que retoma la reflexión ya iniciada con la Nota del 30 de marzo de 2020 (Pandemia y Fraternidad Universal), continuada con la Nota del 22 de julio de 2020 (La Humana Communitas en la era de la Pandemia. Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida) y con el documento conjunto con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (Vacuna para todos. 20 puntos para un mundo más justo y sano) del 28 de diciembre de 2020. La intención es proponer el camino de la Iglesia, maestra de humanidad, a un mundo cambiado por Covid-19, a mujeres y hombres en busca de sentido y esperanza para sus vidas.

Covid-19 y las personas mayores
Durante la primera oleada de la pandemia, una parte sustancial de las muertes por Covid-19 se produjo en instituciones para ancianos, lugares que se suponía que debían proteger a los más frágiles de la sociedad y en los que, en cambio, la muerte golpeó desproporcionadamente más que en el hogar y el entorno familiar.

“Lo que ha sucedido durante la pandemia deCOVID-19 nos impide resolver la cuestión de la atención a los ancianos con la búsqueda de chivos expiatorios, de culpables individuales y, por otro lado, de levantar un coro en defensa de los excelentes resultados de los que evitaron el contagio en las residencias. Necesitamos una nueva visión, un nuevo paradigma que permita a la sociedad cuidar de los ancianos”.

Dos mil millones de personas mayores de 60 años en 2050
El documento del PAV subraya que “bajo el perfil estadístico-sociológico, los hombres y las mujeres tienen en general, hoy en día, una más larga esperanza de vida”. “Esta gran transformación demográfica representa, efectivamente, un gran desafío cultural, antropológico y económico". Según datos de la Organización Mundial de la Salud, - se lee en el documento - en 2050 en el mundo habrá dos mil millones de personas mayores de sesenta años, es decir, una de cada cinco será anciana. Así pues, “es esencial hacer que nuestras ciudades sean lugares inclusivos y acogedores para la vida de los ancianos y, en general, para la fragilidad en todas sus expresiones”.

Ser mayor es un don de Dios
En nuestra sociedad suele prevalecer la idea de la vejez como una edad infeliz, entendida solamente como la edad de los cuidados, de la necesidad y de los gastos para tratamientos médicos. “Llegar a anciano es un don de Dios y un enorme recurso, un logro que hay que salvaguardar con cuidado”, dice el documento, “incluso cuando la enfermedad llega a discapacitar y surge la necesidad de una atención integrada y de alta calidad”. “Y es innegable que la pandemia ha reforzado en todos nosotros la conciencia de que la ‘riqueza de los años’ es un tesoro que debe ser valorado y protegido”.

Un nuevo modelo para los más frágiles
En cuanto a la asistencia, la Pav indica un nuevo modelo, sobre todo para los más frágiles, inspirado sobre todo en la persona: la aplicación de este principio implica una intervención organizada a diferentes niveles, que realiza un continuum asistencial entre el propio hogar y algunos servicios externos, sin cesuras traumáticas, no aptas a la fragilidad del envejecimiento, especifica el documento, observando que “las residencias de ancianos deberían recalificarse en un continuum sociosanitario, es decir, ofrecer algunos de sus servicios directamente en los hogares de los ancianos: hospitalización a domicilio, atención a la persona individualmente con respuestas de atención moduladas en función de las necesidades personales a baja o alta intensidad, donde la atención sociosanitaria integrada y la domiciliación sigan siendo el eje de un nuevo y moderno paradigma”. Se espera reinventar una red más amplia de solidaridad “no necesaria y exclusivamente basada en lazos de sangre, sino articulada según la pertenencia, la amistad, el sentimiento común, la generosidad recíproca para responder a las necesidades de los demás”.

El encuentro entre generaciones
En cuanto a la confrontación con los jóvenes, el documento evoca un "encuentro" que puede aportar al tejido social “Esa nueva linfa de humanismo que haría que la sociedad estuviese más unida”. Varias veces el Papa Francisco ha instado a los jóvenes a ayudar a sus abuelos, recuerda el documento, que también subraya que “el hombre que envejece no se acerca al final, sino al misterio de la eternidad” y, para comprenderlo, “necesita acercarse a Dios y vivir en relación con Él”. De ahí que sea una “tarea de caridad en la Iglesia” el “cuidar la espiritualidad de los ancianos, su necesidad de intimidad con Cristo y de compartir su fe”. El documento deja claro que "Es solamente gracias a los ancianos que los jóvenes pueden redescubrir sus raíces, y sólo gracias a los jóvenes que los ancianos recuperan la capacidad de soñar”.

La fragilidad como enseñanza
También es valioso el testimonio que pueden dar los ancianos con su fragilidad. “Se puede leer como un “magisterio”, una enseñanza de vida", señala la reflexión, y aclara que " La vejez también debe ser entendida en este horizonte espiritual: es la edad particularmente propicia al abandono en Dios”: “a medida que el cuerpo se debilita, la vitalidad psíquica, la memoria y la mente disminuyen, la dependencia de la persona humana a Dios se hace cada vez más evidente”.

El punto de inflexión cultural
Por último, un llamamiento: “Toda la sociedad civil, la Iglesia y las diversas tradiciones religiosas, el mundo de la cultura, de la escuela, del voluntariado, de las artes escénicas, de la economía y de las comunicaciones sociales deben sentir la responsabilidad de sugerir y apoyar -en el marco de esta revolución copernicana-nuevas e incisivas medidas que permitan acompañar y cuidar a los ancianos en contextos familiares, en sus propias casas y, en todo caso, en entornos domésticos que se asemejen más a los hogares que a los hospitales. Este es un cambio cultural que debe ser implementado”.

Monseñor Paglia: revisión seria del sistema de asistencia a ancianos
En la rueda de prensa de presentación de la Nota de la Academia Pontificia para la Vida sobre La vejez, nuestro futuro, se invitó a aprovechar, en el desastre de la pandemia, la oportunidad de reforzar los lazos entre generaciones, teniendo en cuenta que los ancianos han dado un enorme tributo de vidas en el último año. La esperanza de que las indicaciones del Documento sean escuchadas también por los gobiernos y el anuncio de otras dos Notas PAV, sobre los niños y los discapacitados.

Fuente: Vatican News
Vaticano, 09-02-2021

La "sombra" de Dios Padre

Sacerdote explica por qué llaman a San José la “sombra” de Dios Padre


Transcribimos la mayoría del texto del artículo de DIEGO LÓPEZ MARINA en ACI Prensa, para nuestra pastoral de familia y de las personas mayores:

"El sacerdote argentino Leandro Bonnin, autor de numerosos libros de espiritualidad católica, profundizó en la carta apostólica Patris corde para explicar por qué San José, padre adoptivo de Jesús, fue un “padre en la sombra” o la “sombra de Dios Padre”.

El martes 8 de diciembre de 2020 el Papa Francisco publicó su carta apostólica Patris corde, con la que convocó el Año de San José para conmemorar los 150 años del decreto Quemadmodum Deus del Beato Pío IX, que declaró al padre adoptivo de Jesús patrono de la Iglesia universal.

“José es un ícono visible, humano, sensible, del amor infinito que desde toda la eternidad Jesús recibe del Eterno Padre.

Lógicamente no puede igualar a la Primera Persona de la Trinidad en su infinitud, pero sí puede encarnar –a modo humano– sus atributos y perfecciones, a través de su fuerza serena que protege, de su amor fiel que inspira seguridad, de su bondad sobreabundante que estimula al bien”.

El presbítero de la Arquidiócesis de Paraná (Argentina) indicó que en las Sagradas Escrituras “la sombra evoca protección del sol abrasador del desierto, y por eso es una imagen de una presencia constante que acompaña a todas partes protegiendo de todo aquello que puede dañar y perjudicar”.

En el caso de San José, su misión fue “custodiar al Niño y a su Madre”. Él “era fuerza en el silencio que tutelaba los inicios de la Redención, transcurrida en la fragilidad y vulnerabilidad”.

San José no buscó protagonismo y se mantuvo en la “sombra”. El sacerdote argentino apuntó que el Papa Francisco quiso subrayar “cómo José es capaz de resistir la tentación de ‘vivir la vida de su hijo’ y, por el contrario, ejerce su paternidad en un gran respeto por su libertad y su propia misión”.

José “fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentralizarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida”, fueron las palabras del Papa en Patris corde.

Para el P. Bonnin es “particularmente interesante –y hasta novedosa– la manera en que Francisco habla de la castidad de José”, una virtud que considera necesaria para tener la humildad que lo llevó a estar en la “sombra”.

“Esta virtud –cuando se la entiende unida a la caridad, forma de todas las virtudes– permite a las personas amar ordenadamente, sanamente, con un cariño que no genera dependencia y que no busca jamás dominar. Juan Pablo II solía enseñar que lo contrario al amor es el uso, y la castidad preserva –justamente– del riesgo de ‘usar a los otros’ como objetos a través de los cuales yo mismo me ‘promociono’ y ‘autoexalto’”, reflexionó al respecto.  

A la luz de esa reflexión, señala el sacerdote, “podríamos decir que el momento en que Jesús a los 12 años se queda en el Templo de Jerusalén es un inmenso dolor para San José –imaginemos su angustia al buscarlo–, pero al mismo tiempo es la máxima satisfacción que experimentó como padre”.

“La madurez de su Hijo para descubrir y abrazar su propia misión (‘ocuparme de los asuntos de mi Padre’) era la mejor ‘medalla’ que José podía recibir como reconocimiento de su tarea educativa”, añadió.

San José ama de forma ordenada desde la “sombra”.

El P. Bonnin recuerda que en el punto siete de la carta, el Papa Francisco denuncia que en la actualidad hay una “incapacidad de amar de manera ordenada”, debido a una “actitud narcisista que prácticamente hace que las relaciones humanas se desfiguren en relaciones de poder”.

“La reflexión sobre la castidad que permite un amor ordenado –ni dominante ni dependiente, sino de auténtica afirmación del otro en su libre originalidad– es un antídoto necesario para las tendencias culturales que hoy podrían afectar a muchos cristianos”, afirmó.

A diferencia de cómo actuó José frente a Jesús y María, el sacerdote argentino teme que los padres de familia podrían dejarse llevar por el “narcisismo”, lo que podría “llevarlos a desentenderse de la crianza de sus hijos para abocarse a sus propios proyectos personales de estudio o trabajo; pero también podría generar un modo de relacionarse con ellos en que se busque ‘promover’ al hijo como si fuera una realización más en su currículum”.

“No sería un buen ‘padre’ quien impusiera a sus hijos sus propios sueños –incumplidos– o quisiera modelarlos exactamente a su ‘imagen y semejanza’, como una prolongación suya, en desmedro de su identidad original”, comentó.

También dijo que tentaciones muy parecidas “aparecen en la vida sacerdotal y consagrada”, y por ello, “es elocuente que el Santo Padre al hablar de paternidad ‘en la sombra’ mencione explícitamente a los sacerdotes y obispos”.

La relación entre San José, Jesús y María:

El P. Bonnin aseguró que “José era bello, tanto en el cuerpo como en el alma”.

“Seguramente era un hombre lleno de virilidad, que emanaba fuerza y engendraba respeto y admiración, pero no miedo. Su fuerza era la de un impetuoso río que nunca se salió de su cauce en violencia o prepotencia, sino que siempre ‘dio vida’ a su paso: a la Madre, al Niño y a todos los que lo conocían”, señaló.

En ese contexto, cree que “es totalmente legítimo pensar que María Santísima estaba completamente cautivada por la belleza del corazón de José, y que su amor virginal de esposa y de hermana era de una intensidad y una pureza muy similar a la de los orígenes”.

“La feminidad de María se hacía cada vez más nítida y bella en la relación armoniosa con la masculinidad de José, renovándose en ellos dos el designio original del Creador”, sostuvo el presbítero.

Por otro lado, el sacerdote argentino señala que “el Niño Jesús admiraba profundamente a su padre José, lo amaba con tierno cariño, disfrutaba cada minuto vivido junto a Él”.

“Jesús aprendió a ser varón contemplando e interactuando con su padre, jugando con él, usando las herramientas de trabajo, aprendiendo a ser hijo, esposo y padre en su íntimo contacto”, dijo.

Y agregó: “¡Cómo habrán extrañado ambos a José luego de su muerte! Es probable que su recuerdo habitó sus corazones hasta el día de su subida al Cielo, y que en la eternidad ambos –Jesús y María– canten al Padre con gratitud por habérselos dado en su Sagrada Familia”.

Al final de su misiva, el P. Bonnin aseguró que en la historia de la Sagrada Familia “se cumple al pie la ley del Evangelio”:

“El que se exalta será humillado, el que se humilla será exaltado”.

“José eligió la suprema humildad, y por ello fue tenido en la máxima consideración por su Esposa e Hijo, quienes lo consultaban para todo, se apoyaban en él, lo requerían continuamente”, acotó.

“En ellos descubrimos la restauración del vínculo sano y ordenado entre varones y mujeres y entre padres e hijos. En ellos se manifiesta la fuerza transformadora de la gracia, que ‘hace nuevas todas las cosas’ y permite que también cada familia pueda soñar con la felicidad”, concluyó."

Formación de Multiplicadores de Ternura y Buen Trato

 

Formación de Multiplicadores de Ternura y Buen Trato

Las siguientes entidades se han unido en el Programa Centralidad de la Niñez y han ofrecido un curso de formación de multiplicadores de ternura y buen trato a través de la plataforma de formación e-learning del CELAM en el CEBITEPAL:

Como muchas personas y movimientos fuimos invitados a participar en este curso y varios de nosotros en Vida Ascendente Colombia y en Vida Ascendente América  Latina y Caribe fuimos seleccionados y ya tuvimos dos sesiones en directo, una para adiestrarnos en el manejo de la plataforma y otra ya de contenidos del módulo de ternura. 

Agradecemos a esta Alianza al servicio de la niñez y de la sociedad latinoamericana y caribeña, que encontramos dentro de nuestros propósitos como Movimiento y los de la Jornada del cuarto domingo de julio instituida por el Papa Francisco para celebrar los principios y valores propios de la promoción humana desde el origen hasta la culminación de cada vida.

El papa Francisco instituyó la Jornada Mundial de los abuelos y ancianos

 El papa Francisco instituyó la Jornada Mundial de los abuelos y ancianos

Vida Ascendente Colombia se asocia a esta Jornada y al llamado a la sociedad para valorar la vida, la experiencia y los valores de las personas mayores y su contribución todavía valiosa en los contextos donde se relacionan. 


 Esta Jornada se celebrará el cuarto domingo del mes de julio en toda la Iglesia y tienen como propósito "custodiar las raíces y transmitirlas" promoviendo el encuentro intergeneracional. 

Nada más conveniente en estos tiempos de pandemia cuando se gestan cambios profundos en la humanidad, que se reconoce frágil y vulnerable que promover estos encuentros entre mayores y jóvenes. Repetía el padre Jorge Hoyos, S.J., ex Rector de la Pontificia Universidad Javeriana, la analogía del árbol al referirse al desarrollo humano de la sociedad que, si pierde sus raíces, cae y muere; pero si las cuida con los principios y valores siempre dará buenos frutos.

El ejemplo enseña verdaderamente, para bien o para mal. El ascenso de la humanidad comprende valorar esos tesoros de la tradición como la vida de los santos, el sacrificio por amor a Dios y al prójimo, comenzando por la propia familia y abarcando la sociedad entera mediante las políticas públicas.

Cunde el mal ejemplo en las noticias de corrupción y manipulación de los medios para intereses egoístas; el mal periodismo se nutre del escándalo. El encuentro que se se promueve para celebrar lo mejor de nuestras tradiciones se conmemorará el cuarto domingo de julio y la realidad es abundante en buenas noticias, comenzando por el Evangelio de Jesucristo, que libera y destaca la dignidad humana. El encuentro principal sigue siendo con Él porque nos convierte, nos redime y nos libera de todas nuestras tragedias. 

El encuentro entre jóvenes y mayores tiene un centro verdaderamente luminoso y maravilloso: Jesucristo.