Charla celebrativa III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores
Les deseamos una gozosa celebración de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.
_La misericordia de Dios se extiende de generación en generación_ (cfr. Lc 1,50)Charla celebrativa III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores
Les deseamos una gozosa celebración de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores.
_La misericordia de Dios se extiende de generación en generación_ (cfr. Lc 1,50)17 julio, 2023 por fronterasctr
La revista de Fronteras CTR (Ciencia, Tecnología y Religión) que dirigen Sara Lumbreras y Jaime Tatay, S.J. en la Universidad de Comillas (España) ha publicado este artículo tan interesante para la reflexión y el compartir de nuestro grupos de Vida Ascendente y para todos quienes deseen profundizar en estos temas teológicos tan importantes en la vida cristiana.
[Ángel Cordovilla Pérez] Este artículo presenta los elementos fundamentales que ha de tener la concepción teológica de la salvación. Siendo conscientes de las dificultades del discurso teológico de la salvación, este ha de estar anclado en la comprensión del hombre como ser de necesidad, de deseo y de gracia. La comprensión cristiana de la salvación parte del movimiento de Dios viniendo a la historia para conducir al ser humano y toda la creación a la comunión con él. En este proceso histórico que va desde la creación hasta la consumación han de ser integradas las diversas categorías que la teología ha usado para hablar de la salvación (divinización, justicia, admirable intercambio, sacrificio, satisfacción, redención, transfiguración, etc.).
Pensar, reflexionar y hablar teológicamente de la salvación presupone, de alguna forma, participar de la experiencia de haber sido salvado, no de una forma plena y consumada, claro está, sino en su carácter incoado y sacramental. No se trata, por lo tanto, de hablar de una cuestión teórica más, sino de poner en evidencia una relación salvífica con la persona de Cristo que tiene la fuerza para liberarnos de cualquier situación negativa en la que podamos estar y a la vez conducirnos a aquella plenitud a la que por vocación divina hemos sido llamados.
El mensaje de salvación ofrecido por el cristianismo choca actualmente con dos grandes obstáculos en la mentalidad contemporánea. Al primero ya se refirió el teólogo jesuita francés Bernard Sesböué como el “malestar contemporáneo” […], la reducción del mensaje de la salvación a dos o tres categorías que remiten al mundo religioso y están fundamentalmente ligadas al valor salvífico de la muerte de Cristo (sacrificio, satisfacción, redención). El segundo tiene que ver con la percepción de que la salvación de la que habla hoy el cristianismo es algo así como “una oferta sin demanda”.
Con estas dificultades, la reflexión soteriológica actual se ha de elaborar desde la convicción de que la salvación se dice de muchas maneras, sin necesidad de encerrarse en unas determinadas categorías, especialmente en aquellas que al hombre de nuestros días le resulta difícil de comprender. Esto no significa que haya que rechazarlas sin más, sino más bien saberlas articular en un esquema orgánico, histórico y dinámico.
Aun siendo conscientes de que es legítimo optar por una de ellas e incluso crear alguna nueva (solidaridad, hospitalidad), nuestra propuesta es ofrecer un esquema que desarrollaremos más adelante en el que desde una perspectiva histórico-salvífica se pueden integrar muchas de las imágenes clásicas que pueden seguir siendo significativas para el hombre de hoy. Hoy es comprensible que pensemos la salvación en términos de salud, bienestar y felicidad. La teología no rechaza este punto de partida, más aún, ha estado siempre presente desde sus desarrollos bíblicos hasta hoy. No obstante, desde su comprensión del ser humano, de Dios y de Cristo, como veremos, ha de entender este término y esta realidad en toda su altura, anchura y profundidad. La palabra salus dice integralidad, plenitud, vida cabal y consumada, por lo que en su comprensión ha de integrarse la superación de situaciones negativas (redención, liberación, rescate, sanación), el logro de los anhelos y deseos humanos radicales (justicia, sabiduría, belleza, verdad, bondad) y el estado de plenitud de una vida, con su entorno, consumadas (divinización, transfiguración, recapitulación).
El anuncio de la salvación cristiana y su comprensión teológica, en este sentido, ha de estar anclado antropológicamente, es decir, ha de mostrar que aquello que anuncia como salvación para el hombre viene a injertarse en el dinamismo fundamental de su naturaleza como ser de necesidad, de deseo y de gracia. El ser humano es esencialmente una criatura enigmática y paradójica que se pregunta por el sentido de su existencia y el destino de su vida. Ambas preguntas, por el sentido y el destino, constituyen el punto de partida para todo discurso o doctrina sobre la salvación. El hombre es una criatura finita y contingente, frágil y vulnerable. Tanto en el orden de las realidades materiales, psíquicas, como espirituales. Pero no sólo necesita salvación desde la experiencia de contingencia, de finitud y de culpabilidad, sino como un ser de deseo y de plenitud, cuya consumación de ambos él no puede darse plenamente a sí mismo. Esa plenitud es una realidad que desea, pero que paradójicamente tiene que acoger y recibir como un regalo y un don, como una gracia, pues ese deseo no puede ser nunca plenamente satisfecho desde el dinamismo inmanente de la propia realidad creada.
La salvación es el proceso iniciado por Dios viniendo al hombre en la historia para conducirlo y llevarlo a su plenitud de vida en la comunión con él. La salvación vista desde Dios es un proyecto, un deseo, un designio original, pensado y previsto de antemano por él que, con toda la decisión de su voluntad, quiere llevarlo a cabo por medio de su Hijo y de su Espíritu (cfr. Ef 1,3-14). Este proceso histórico, que nace en Dios y a Dios vuelve, es lo que constituye la doctrina cristiana sobre la salvación. En esta definición aparecen tres protagonistas esenciales (Dios, hombre y Cristo) en una historia común, cuya relación mutua se realiza en un doble movimiento (descendente y ascendente) donde Dios siempre tiene la iniciativa y es la condición de posibilidad de la acción responsorial del hombre. Esta historia se despliega finalmente en un ritmo trinitario, en donde queda incluido todo el camino de la salvación y las diversas categorías que a lo largo de la historia de la teología se han utilizado para hablar de la salvación como, por ejemplo, paideia, divinización, iluminación, justicia, liberación, admirable intercambio, expiación, satisfacción, rescate y victoria, reconciliación, glorificación, recapitulación, comunión… Cualquiera de estas categorías que la teología ha utilizado para hablar de la salvación no puede absolutizarse, sino que ha de comprenderse desde este marco global de significación que es la entera historia de la salvación y en relación con el resto de las imágenes y conceptos. En este amplio horizonte no cabe duda de que el centro de la experiencia cristiana ha sido el pro nobis cristológico (Mc 10,45) que nos revela el Deus pro nobis teológico (Rom 8,31) como quicio de nuestra salvación. Desde aquí, la experiencia cristiana ha vuelto su mirada sobre la creación y ha redefinido su origen como una “pre-destinación” a ser imágenes de su Hijo (Rom 8,29) antes de la creación del mundo (Ef 1,3) y ha descifrado su futuro como glorificación (Rom 8,30), recapitulación de todas las cosas en él (Ef 1, 10).
La salvación es una realidad transversal de la teología cristiana. No se refiere a un aspecto concreto y determinado de la teología, sino a toda ella, desde el punto de vista de su relación salvífica con y por nosotros. Desde este punto de vista presupone una comprensión de Dios, del hombre y todo lo que su realidad comporta y Cristo en su relación con el Espíritu y la Iglesia. Cualquier comprensión de la salvación deberá tener en cuenta estos tres protagonistas que entran en juego: Dios, Cristo-Espíritu, hombres. Sin ellos no hay salvación. Cada uno tendrá su lugar y su papel, pero la salvación se produce cuando los tres protagonistas con su libertad entran en juego. Unos protagonistas que no pueden ser entendidos de forma aislada y autónoma, sino en relación y en su referencia mutua.
Estos tres protagonistas son esenciales para entender el acontecimiento de la salvación. Pero no se sitúan en él de una forma equivalente. La salvación acontece en un doble movimiento de Dios hacia el hombre y del hombre hacia Dios. Como mediador entre ambos está Cristo, ya sea contemplado como Dios en persona ofreciendo la salvación a los hombres o como representante de los hombres que responden acogiendo la salvación de Dios. La salvación puede ser pensada en cualquiera dirección de este doble movimiento, pues ambos son necesarios para que se realice el acontecimiento salvífico.
La teología de la salvación ha surgido y se ha desarrollado a lo largo de la historia a través de una pregunta. La clásica y más conocida fue la que formuló el monje benedictino Anselmo de Canterbury en el siglo XI, Cur Deus homo (¿Por qué Dios se ha hecho hombre?), aun cuando esta pregunta ya se la había hecho antes la teología. Con él se considera que comienza la historia de la soteriología, como forma explícita y sistemática de comprender la salvación. En realidad, esta pregunta se ha ido configurando de forma diversa a lo largo de la historia.
Una cosa es clara. La pregunta clásica de la soteriología hoy ha perdido actualidad o se ha vuelto enormemente problemática, ya que, por un lado, la encarnación de Dios ha sido convertida en un mito o un símbolo de su amor y, por otro, parece, como ya hemos dicho, que el hombre contemporáneo no siente inmediatamente la necesidad de ser salvado, al menos en esta perspectiva cristiana y religiosa. Sin embargo, si estamos atentos al lenguaje de los hombres, podemos percibir que no se ha apagado el anhelo o la pregunta por la salvación entendida como la seguridad definitiva, la felicidad plena, el sentido último y el destino consumado de la vida humana, del hombre y de todos los hombres, de toda la realidad creada. Porque si esta pregunta no se diera, el hombre habría dejado de ser realmente hombre. La pregunta por la salvación ya no reza Cur Deus homo, sino más bien Cur homo Deus. Es decir, ¿por qué el hombre quiere seguir siendo Dios?; ¿por qué juega a ser Dios? y, sobre todo, ¿por qué aspira a vivir cómo él? Este replanteamiento de la pregunta coincide, en el fondo, con el corazón del mensaje cristiano. Según el cristianismo el hombre ha sido creado por Dios para ser divinizado.
Por esta razón, teológicamente hablando, hay que ser conscientes de que, para responder a la pregunta por la salvación, debemos contestar también a otras que están estrechamente ligadas a ella: ¿Qué es el hombre y qué es lo que necesita para llegar a la plenitud de aquello que está llamado a ser y que forma parte de su definición? ¿Necesita luz para ser libre y atreverse a pensar y a vivir por sí mismo de una manera autónoma? ¿Necesita implicarse activamente en un proceso liberador que destruya las estructuras que le oprimen y así crear espacios de verdadera libertad e igualdad? ¿Necesita una fuerza interior que, siéndole concedida gratuitamente, pero afincándose realmente en su corazón pueda superar el verdadero poder que lo esclaviza y atenaza como el pecado y la muerte? ¿Necesita a Dios en persona para llevar a una plenitud desbordante y sorprendente los anhelos y esperanzas que anidan en su corazón?
Cada generación, dependiendo de su propia comprensión del ser humano, de la imagen de Dios y del mundo, tenderá a privilegiar aquellas que se acercan a su cosmovisión, a dejar en la penumbra las que le parecen irrelevantes y arcaicas, representantes de etapas anteriores y, en fin, a rechazar aquellas otras que, por indignas tanto de la imagen de Dios como del hombre, merecen el destierro definitivo. A esta tarea de discernimiento cultural ha de contribuir la teología para asumir las preguntas legítimas, purificar las imágenes manchadas y provocar con su mensaje siempre nuevo. En esta tarea nos jugamos que el cristianismo siga apareciendo ante los hombres como religión de salvación.
*Extracto de un artículo publicado en Razón y Fe (abril 2023); el texto completo es accesible en PDF en la web de la revista.
JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y DE LOS MAYORES
Homilía del Santo Padre
Francisco
Basílica de San Pedro,
domingo 23 de julio de 2023.
Para hablarnos del reino
de Dios, Jesús usa las parábolas. Cuenta
historias sencillas, que llegan al corazón de quienes las escuchan, y este
lenguaje lleno de imágenes, se asemeja al que muchas veces usan los abuelos con
sus nietos, sentándolos quizás sobre sus rodillas. De este modo, comunican una sabiduría
importante para la vida. Recordando a
los abuelos y a los ancianos, raíces que los más jóvenes necesitan para llegar
a ser adultos, quisiera volver a leer los tres episodios del Evangelio que
hemos escuchado, a partir de un aspecto que tienen en común: el crecer juntos.
En la primera parábola,
son el trigo y la cizaña los que crecen juntos, en el mismo campo. Es una imagen que nos ayuda a hacer una
lectura realista: en la historia humana, como en la vida de cada uno, coexisten
las luces y las sombras, el amor y el egoísmo.
Es más, el bien y el mal están entrelazados hasta el punto de parecer
inseparables. Este planteamiento
objetivo nos ayuda a mirar la historia sin ideologías, sin optimismos estériles
o pesimismos nocivos. El cristiano, animado
por la esperanza en Dios, no es un pesimista, ni tampoco un ingenuo que vive en
el mundo de las fábulas, que actúa como si no viese el mal y dice que “todo va
bien”. No, el cristiano es realista, sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y
se mira adentro reconociendo que el mal no llega solo “desde afuera”, que no es
siempre culpa de los demás, que no es necesario “inventar” enemigos que
combatir para evitar arrojar un poco de luz en su interior. Se da cuenta de que el mal viene desde
dentro, de la lucha interior que todos nosotros tenemos.
Pero la parábola nos
interpela, cuando vemos que en el mundo el trigo y la cizaña están juntos, ¿qué
debemos hacer?, ¿cómo debemos comportarnos? En la narración los siervos querían
arrancar la cizaña inmediatamente. Es
una actitud animada por una buena intención, pero impulsiva, incluso agresiva. Piensan que podrán arrancar el mal con sus
propias fuerzas, para alcanzar la pureza.
Es una tentación frecuente: una “sociedad pura”, una “Iglesia pura”
pero, para alcanzar esa pureza, se corre el riesgo de ser impacientes,
intransigentes, incluso violentos hacia quien cayó en el error. Y así, junto a la cizaña se arranca también
el trigo bueno y se impide a las personas hacer un camino, crecer,
cambiar. Escuchemos en cambio lo que
dice Jesús: “Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”. Qué hermosa esta mirada de Dios, su pedagogía
misericordiosa, que nos invita a tener paciencia con los demás, a acoger –en la
familia, en la Iglesia y en la sociedad-
la fragilidad, los retrasos y los límites. No para acostumbrarnos a ellos con
resignación y para justificarlos, sino para aprender a intervenir con respeto,
sacando adelante el cultivo del buen grano, con mansedumbre y paciencia. Recordando siempre que la purificación del
corazón y la victoria definitiva sobre el mal son, esencialmente, obra de Dios. Y nosotros, venciendo la tentación de dividir
el trigo y la cizaña, estamos llamados a entender cuáles son los modos y los
momentos mejores para actuar.
Pienso en los ancianos y
en los abuelos que han realizado ya un largo trecho en el camino de la vida y
al volver la vista atrás, ven tantas cosas hermosas que han conseguido, pero
también derrotas, errores, incluso algunas cosas que –como se suele decir- “si
volviera atrás no repetiría”. Hoy, sin
embargo, el Señor viene a nuestro encuentro con una palabra dulce, que nos
invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle a
Él el juicio, a no vivir de reproches y remordimientos. Como si quisiera decir: “Miren el buen trigo
que ha germinado en el camino de sus vidas y háganlo crecer todavía más,
confiándome todo, que siempre perdono; al final, el bien será más fuerte que el
mal”. La ancianidad es un tiempo
bendecido también para esto, es la estación para reconciliarse, para mirar con
ternura la luz que se expandió a pesar de las sombras, en la confiada esperanza
de que el buen trigo sembrado por Dios prevalecerá sobre la cizaña con la que
el diablo ha querido infestar el corazón.
Veamos ahora la segunda
parábola. El reino de los cielos, dice Jesús, es la obra de Dios que actúa de
manera silenciosa en la trama de la historia, hasta el punto de parecer una
acción minúscula e invisible, como la de un pequeño grano de mostaza. Pero cuando este grano crece “es la más
grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los
pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”. También nuestra vida es así, hermanos y
hermanas: venimos a este mundo en la pequeñez, nos convertimos en adultos,
después en ancianos; al principio somos una pequeña semilla, después nos
nutrimos de esperanzas. Realizamos
proyectos y sueños, el más hermoso de los cuales es llegar a ser como ese
árbol, que no vive para sí mismo, sino para dar sombra a quienes desea y
ofrecer un espacio a los que quieren construir allí un nido. De ese modo, los
que crecen juntos en esta parábola son el añejo árbol y los pajaritos.
Pienso en los abuelos,
hermosos como esos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos
realizan sus propios “nidos”, aprenden el clima de familia y experimentan la
ternura de un abrazo. Se trata de crecer
juntos. El árbol exuberante y los
pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los
ancianos con los más jóvenes. Hermanos y hermanas, necesitamos una nueva
alianza entre jóvenes y ancianos para que la linfa de quien tiene a sus
espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien
está creciendo. En este intercambio
fecundo aprendemos la belleza de la vida, construimos una sociedad fraterna y
en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las
novedades del Espíritu.
Por último, la tercera
parábola, en la que crecen juntas la levadura y la harina. Esta mezcla hace crecer toda la masa. Jesús usa precisamente el verbo “mezclar”,
que evoca ese arte que conlleva la “mística de vivir juntos, de mezclarnos, de
encontrarnos, de tomarnos de los brazos”
y de “salir de sí mismo para unirse a otros” (Evangelii gaudium
87). Esto vence los individualismos y los egoísmos, y nos ayuda a
generar un mundo más humano y más fraterno.
De este modo hoy la Palabra de Dios es una llamada a vigilar para que
nuestras vidas y nuestras familias no marginen a los más ancianos. Estemos atentos para que nuestras aglomeradas
ciudades, no se conviertan en “concentrados de soledad”; para que la política,
que está llamada a proveer a las necesidades de los más frágiles, no se olvide
precisamente de los ancianos, dejando que el mercado los relegue a “descartes
improductivos”. No vaya a suceder que, a fuerza de seguir a
toda velocidad los mitos de la eficiencia y del rendimiento, seamos incapaces
de frenar para acompañar a los que les cuesta seguir el ritmo. Por favor, mezclémonos, crezcamos juntos.
Hermanos y hermanas, la
Palabra divina no nos invita a separar, a cerrarnos, a pensar que podemos
hacerlo solos, sino a crecer juntos.
Escuchémonos, dialoguemos, sostengámonos recíprocamente. No olvidemos a los abuelos y a los
ancianos. Muchas veces, gracias a una
caricia suya hemos vuelto a levantarnos, hemos reanudado el camino, nos hemos
sentido amados, sanados por dentro.
Ellos se han sacrificado por nosotros y nosotros no podemos sacarlos de
la agenda de nuestras prioridades.
Crezcamos juntos, vayamos adelante juntos. El Señor bendiga nuestro camino.
+
Vida Ascendente comunicaciones
IIIª Jornada Mundial
Queridos amigos y amigas de Vida Ascendente,
En esta semana llegamos a la IIIª Jornada Mundial de los Abuelos y de
los Mayores, que Dios mediante se celebrará en toda la Iglesia el próximo
domingo 23 de julio.
Mi último envío fue el
Mensaje del Papa Francisco para esta Jornada.
En ella el Santo Padre nos explicaba el lema del Encuentro, que contiene
la idea que guiará este año nuestra reflexión: “Su misericordia se extiende de
generación en generación” (Lc 1,50)
Faltaría agregar que el
5 de julio se conoció el Decreto por el cual el Papa Francisco concede
Indulgencia Plenaria a los abuelos, ancianos y todos los fieles que participen
el día de la Jornada Mundial en la solemne celebración que el Santo Padre
presidirá en la Basílica de San Pedro o en las diversas funciones que se
celebrarán en todo el mundo.
Esta semana tiene que
ser de especial dedicación para cada uno de nosotros y nuestros grupos del
Movimiento. Tenemos que ser los animadores de esta celebración mundial en
nuestra comunidad parroquial. Tenemos en
nuestras manos todos los documentos preparatorios que hemos recibido desde la
Primera Jornada Mundial en el 2021. Contamos
también con las catequesis del Papa Francisco
y sobre todo de su Mensaje para esta IIIª Jornada en 2023.
Los acompaño como siempre, a distancia, alentando la creatividad de cada grupo para dar forma a esta celebración. Con mi oración pido al Señor que en cada comunidad parroquial los Abuelos y los Mayores puedan celebrar esta Jornada, siendo los miembros de Vida Ascendente la levadura que levante esta porción tan grande de la Iglesia que somos los Adultos Mayores.
Que Dios nos bendiga y nos
guarde, que María Santísima nos cuide.
P. Osvaldo 17
de julio 2023
Investigación Colombia Envejece
La Fundación Saldarriaga Concha junto con Fedesarrollo han organizado, publicado y presentado un gran trabajo de investigación desde distintas perspectivas, muy completo, como no se había realizado nunca antes.
Por el interés de nuestros mayores y grupos de mayores y facilitar el acceso a esta investigación publicamos el enlace: https://www.saldarriagaconcha.org/mision-colombia-envejece-una-investigacion-viva/
Un delegado de Vida Ascendente participó presencialmente en la presentación de esta investigación y pudo apreciar la riqueza e importancia de la misma. Expresamos a la Fundación Saldarriaga Concha nuestro agradecimiento por esta iniciativa y por el desarrollo de contenidos de gran valor para la población de personas mayores y en general para la sociedad colombiana que comienza a hacer conciencia de los problemas y oportunidades de solución en las que nos vemos comprometidos.
Vida Ascendente Pitalito
Con mucha alegría informamos que gracias a la recepción del Movimiento por parte del Padre Julio César Calderón Claros, estaremos contribuyendo, Dios mediante, en la pastoral de los mayores de su Parroquia. Pedimos a los nuestros, directivos, animadores y amistades, sus oraciones para que es comienzo sea bendecido con muchos frutos pastorales en este querido municipio del sur del Departamento del Huila.
La siguiente es la comunicación en la que confirmamos esa cooperación en la misión:
Bogotá, D.C., julio 27, 2023.