Queridos amigos y amigas
Como preparación de la Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores, de este
año, el Papa Francisco nos regaló ayer una hermosa reflexión que quiero
enviarla para que llegue a todos ustedes y también para que puedan hacerla
conocer a otros.
El tema de esta reflexión se centra en la cercanía de fechas entre nuestra
Jornada Mundial y la que tendrán este año los Jóvenes, al comienzo de agosto
en Lisboa, Portugal. Pide gestos concretos a los jóvenes y encomienda e
nuestra oración su encuentro.
Tenemos que agradecer a Dios vivir este momento tan especial en la historia
de la Iglesia, este momento donde el Papa está continuamente aportando su
palabra para que en todas partes los abuelos y los mayores seamos valorados.
El Papa se refiere en primer lugar al Pueblo santo de Dios, nuestra Iglesia, sus
diócesis, parroquias, instituciones y comunidades. Que se cuente con un
espacio para los mayores, un ámbito donde pueda sentirse “como el abuelo en
casa”.
Aprovecho para saludarlos, cuidémonos del frío que ya ha llegado. Dios los
bendiga en este día del Sagrado Corazón, y que María nos acompañe siempre.
P. Osvaldo 16 junio 2023
Mensaje del Papa Francisco
para la 3ª Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores 23 julio 2023
“Su misericordia se extiende de generación en generación” Lc 1,50
Queridos hermanos y hermanas:
“Su misericordia se extiende de generación en generación” este es el tema de
la 3ª Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores. Es un tema que nos
reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su parienta anciana
Isabel. Esta, llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras
que, a distancia de milenios, acompasan nuestra oración cotidiana: “Bendita tu
eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Y el Espíritu
Santo que ha descendido ya sobre María, la impulsa a responder con el
Magníficat, en el que proclama que la misericordia del Señor se extiende de
generación en generación. El Espíritu Santo bendice y acompaña cada
encuentro fecundo entre generaciones distintas, entre abuelos y nietos, entre
jóvenes y ancianos. Efectivamente, Dios desea que como hizo María con
Isabel, los jóvenes alegren el corazón de los ancianos, y que adquieran
sabiduría de sus vivencias. Pero sobre todo, el Señor desea que no dejemos
solos a los ancianos, que no los releguemos a los márgenes de la vida, como
por desgracia sucede frecuentemente.
Es hermosa, este año, la cercanía entre la celebración de la Jornada Mundial
de los abuelos y los Mayores y la de la Juventud, ambas tienen como tema la
prisa de María para ir a visitar a Isabel, y de ese modo nos llevan a reflexionar
sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos. El Señor espera que los
jóvenes al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la
memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más
grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la
vida al presente y a recordare que no todo depende de las capacidades. Para
los más ancianos en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que
todo lo que han vivido, no se perderá y que sus sueños pueden realizarse. En
definitiva, la visita de María a Isabel y la consciencia de que la misericordia del
Señor se transmite de una generación a la otra, revelan que no podemos
avanzar, y mucho menos salvarnos, solos y que la intervención de Dios se
manifiesta siempre en lo conjunto, en la historia de un pueblo. Es María misma
quien lo dice en el Magníficat, exultando en Dios que ha obrado maravillas
nuevas y sorprendentes, fiel a las promesas hechas a Abrahán.
Para acoger mejor el estilo de actuar de Dios, recordemos que el tiempo tiene
que ser vivido en su plenitud, porque las realidades más grandes y los sueños
más hermosos no se realizan en un momento, sino a través de un crecimiento
y una maduración; en camino, en diálogo, en relación. Por ello, quien se
concentra solo en lo inmediato, en conseguir beneficios para sí rápida y
ávidamente, en tener “todo enseguida”, pierde de vista el actuar de Dios. Su
proyecto de amor, por lo contrario, atraviesa pasado, presente y futuro, abraza
y pone en comunicación las generaciones. Es un proyecto que va más allá de
nosotros mismos, pero en el que cada uno de nosotros es importante, y sobre
todo está llamado a ir “más allá”. Para los más jóvenes se trata de ir más allá
de esa inmediatez en la que se confina la realidad virtual, la cual muchas veces
distrae de la acción concreta, en el caso de las personas mayores se trata de
no hacer hincapié en las fuerzas que decaen y de no lamentarse por las
ocasiones perdidas. Miremos hacia adelante. Dejémonos plasmar por la gracia
de Dios que, de generación en generación, nos libra del inmovilismo en el
actuar y de los remordimientos del pasado.
En el encuentro entre María e Isabel, entre jóvenes y ancianos, Dios nos da su
futuro. El camino de María y la acogida de Isabel abren las puertas a la
manifestación de la salvación. A través de su abrazo, la misericordia de Dios
irrumpe con una gozosa mansedumbre en la historia humana. Quisiera pues
invitar a cada uno de ustedes a pensar en aquel encuentro, más aún, en cerrar
los ojos e imaginar, como en una foto, aquel abrazo entre la joven Madre de
Dios y la madre anciana de san Juan Bautista, a representarlo en la mente y a
visualizarlo en el corazón, para fijarlo en el alma como un luminoso icono
interior.
Y los invito además a pasar de la imaginación a la realización de un gesto
concreto para abrazar a los abuelos y los ancianos. No los dejemos solos, su
presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la
consciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en
el que se conservan las raíces. Si, son los ancianos quienes nos transmiten la
pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los
necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el
futuro. Honrémoslos. No nos privemos de su compañía y no los privemos de la
nuestra, no permitamos que sean descartados.
La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores quiere ser un pequeño y
delicado signo de esperanza para ellos y para toda la Iglesia. Renuevo por ello
mi invitación a todos- diócesis, parroquias, asociaciones y comunidades- a
celebrar esta Jornada poniendo en el centro la alegría desbordante de un
renovado encuentro entre jóvenes y ancianos. A ustedes jóvenes que se están
preparando para ir a Lisboa o que vivirán la JMJ en sus lugares de origen,
quisiera decirles: antes de ponerse en camino van a encontrar a sus abuelos,
hagan una visita a un anciano que esté solo. Su oración los protegerá y
llevarán en el corazón la bendición de ese encuentro. A ustedes ancianos les
pido que acompañen con la oración a los jóvenes que van a celebrar la
Jornada Mundial de la Juventud. Estos muchachos son la respuesta de Dios a
sus peticiones, el fruto de lo que sembraron, el signo de que Dios no abandona
a su pueblo, sino que siempre lo rejuvenece con la fantasía del Espíritu Santo.
Queridos abuelos, queridos hermanos y hermanas mayores, que la bendición
del abrazo entre María e Isabel los alcance y colme de paz vuestros corazones.
Los bendigo con afecto y ustedes, por favor, recen por mí.
Francisco