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Papa Francisco en Canadá 29 de julio 2022 Discurso en el encuentro con los jóvenes y ancianos.

 


“Quisiera dirigirme a ti, joven Inuit, futuro de esta tierra y presente de su historia.

Quisiera decirte citando a un gran poeta “Lo que has heredado de tus padres, gánatelo

para poseerlo” (J.W.Goethe). No basta vivir de rentas, es necesario volver a ganarse lo

que se ha recibido como don. Por tanto no temas escuchar una y otra vez los consejos

de los más ancianos, abrazar tu historia para escribir páginas nuevas, apasionarte,

tomar posición frente a los hechos y a las personas, arriesgarte. Y para ayudarte a

hacer resplandecer la lámpara de tu existencia, también yo quisiera darte, como

hermano anciano, tres consejos.

El primero: camina hacia lo alto. Vives en estas vastas regiones del norte. Que ellas te

recuerden tu vocación a tender hacia lo alto, sin dejarte tirar abajo por quien quiere

hacerte creer que es mejor pensar solo en ti mismo y usar el tiempo que tienes

únicamente para tu diversión y tus intereses. Amigo, no estás hecho para “ir tirando”,

para pasar las jornadas equilibrando deberes y placeres, estás hecho para volar alto,

hacia los deseos más verdaderos y hermosos que tienes en el corazón, hacia Dios

para amarlo y hacia el prójimo para servirlo. No pienses que los grandes sueños de la

vida sean cielos inalcanzables. Estás hecho para levantar el vuelo, para abrazar la

valentía de la verdad y promover la belleza de la justicia, para “elevar tu temple moral,

ser compasivo, servir a los demás y construir relaciones”, para sembrar paz y cuidado

donde te encuentres, para encender el entusiasmo de los que te rodean, para ir más

allá, no para igualarlo todo.

Pero –me podrían decir- vivir así es más arduo que volar. Cierto, no es fácil, porque

siempre está acechando esa “fuerza de gravedad espiritual” que empuja para tirarnos

abajo, para paralizar los deseos, para debilitar la alegría. Entonces piensa en la

golondrina del ártico que llamamos “charrán”, ésta no deja que los vientos contrarios o

los cambios de temperatura le impidan ir de un lado al otro de la tierra, a veces elije

caminos que no son directos, acepta desviaciones, se adapta a ciertos vientos, pero

siempre mantiene clara la meta, siempre llega a su destino. Encontrarás gente que

intentará borrar tus sueños, que te dirán que te conformes con poco, que luches solo

por lo que te conviene. Entonces te preguntarás: ¿Por qué tengo que esforzarme por

algo en lo que los demás no creen? Y además, ¿cómo puedo volar en un mundo que

parece que cae cada vez más bajo en medio de escándalos, engaños, injusticias,

destrucción del ambiente, indiferencia hacia los más débiles, decepciones por parte de

los que tendrían que dar el ejemplo?. Ante estas preguntas ¿cuál es la respuesta?

Quisiera decirte: tú eres la respuesta. Tú hermano, tú hermana. No solo porque si te

rindes ya has perdido de antemano, sino porque el futuro está en tus manos. Está en

tus manos la comunidad que te ha generado, el ambiente en el que vives, la esperanza

de tus coetáneos, de los que aún sin pedírtelo, esperan de ti el bien original e

irrepetible que puedes introducir en la historia, porque “cada uno de nosotros es único”.

El mundo que habitas es la riqueza que has heredado, ámalo, como te ha amado quien

te ha dado la vida y las alegrías más grandes, como te ama Dios, que por ti ha creado

todo lo bello que existe y no deja de confiar en ti ni siquiera por un brevísimo instante.

Él cree en tus talentos. Cada vez que lo busques comprenderás cómo el camino que

te llama a recorrer tiende siempre hacia lo alto. Lo advertirás cuando rezando mires el

cielo y sobre todo cuando alces la mirada al Crucificado. C Entenderás que Jesús

desde la cruz no te señala con el dedo, sino que te abraza y te anima, porque cree en ti

aun cuando tú mismo has dejado de creer en ti. Entonces no pierdas nunca la

esperanza, lucha, dalo todo y no te arrepentirás. Sigue adelante el camino “un paso

tras otro hacia lo mejor”. Instala el navegador de tu existencia hacia una meta grande,

¡hacia lo alto!

El segundo consejo: ir hacia la luz. En los momentos de tristeza y desconsuelo, piensa

en el qulliq, que tiene un mensaje para ti. ¿Cuál? Que existes para ir hacia la luz cada

día. No solo el día de tu nacimiento, cuando no dependió de ti, sino cada día.

Cotidianamente estás llamado a llevar una luz nueva al mundo, la de tus ojos, la de tu

sonrisa, la del bien que tú y solo tú puedes aportar. No la puede aportar otro.

Pero para ir hacia la luz hay que luchar cada día con la oscuridad. Sí, hay una lucha

cotidiana entre la luz y las tinieblas, que no sucede afuera, en un lugar cualquiera, sino

dentro de cada uno de nosotros. El camino de la luz requiere valientes decisiones del

corazón contra la oscuridad de las falsedades, requiere ”desarrollar buenas costumbres

para vivir bien”, que no se sigan a estelas luminosas que desaparecen fugazmente,

fuegos artificiales que solo dejan humo. Son “espejismos, parodias de felicidad” como

dijo aquí san Juan Pablo II. Hermano, hermana, Jesús te acompaña y desea iluminar

tu corazón para guiarte hacia la luz. Él dijo “Yo soy la luz del mundo”. Pero también

dijo a sus discípulos “Ustedes son la luz del mundo” . Por tanto, también tú eres luz del

mundo y lo serás cada vez más si luchas para alejar del corazón la triste oscuridad del

mal.

Para aprender a hacerlo, hay que adquirir un arte continuo, que requiere superar las

dificultades y las contradicciones por medio de una búsqueda continua de soluciones.

Es el arte de separar cada día la luz de las tinieblas. Para crear un mundo bueno, dice

la Biblia, Dios comenzó justamente así, separando la luz de las tinieblas. También

nosotros si queremos ser mejores, tenemos que aprender a distinguir la luz de las

tinieblas. ¿Por dónde se empieza? Puedes empezar preguntándote ¿qué es lo que

me parece luminoso y seductor, pero después me deja dentro un gran vacío? ¡Estas

son las tinieblas! En cambio ¿qué es lo que me hace bien y me deja paz en el

corazón, aunque antes me hubiera pedido que saliera de ciertas comodidades y que

dominara ciertos instintos? ¡Esta es la luz! Y me sigo preguntando, ¿cuál es la fuerza

que nos permite separar dentro de nosotros la luz de las tinieblas, que nos hace decir

“no” a las tentaciones del mal y “sí” a las ocasiones de bien. Es la libertad. Libertad

que no es hacer todo lo que me parece y me gusta, no es aquello que puedo hacer a

pesar de los otros, sino por los otros, no es un total arbitrio, sino responsabilidad. La

libertad es el don más grande que nuestro Padre celestial nos ha dado junto a la vida.

Un poeta preguntándose cuál es la satisfacción más grande que un hijo pueda dar a su

padre, escribió estas hermosas palabras: “preguntad a un padre si el mejor momento

no es cuando sus hijos empiezan a amarle como hombres, a él, como a un hombre,

libremente. Pues bien, yo soy padre, dice Dios y conozco la co0ndición del hombre.

Todas las sumisiones de esclavos del mundo me repugnan y lo daría todo por una

hermosa mirada de hombre libre. Por esa libertad, por esa gratuidad lo he sacrificado

todo, dice Dios. Para crear esa libertad, esa gratuidad, para hacer actuar esa libertad,

 

esa gratuidad” (C.Péguy). Esta es la felicidad de Dios, no cuando estamos sometidos a

él, sino cuando vivimos como hijos que eligen amarlo, actuando la propia libertad. Si

quieres hacer feliz a Dios, este es el camino, elegir el bien. Ánimo hermano, ánimo

hermana, toma las riendas de tu libertad, no tengas miedo de tomar decisiones fuertes.

¡Ve cada día hacia la luz!

Por último, el tercer consejo: hacer equipo. Los jóvenes hacen grandes cosas juntos,

no solos. Porque ustedes jóvenes son como las estrellas del cielo, que aquí brillan de

manera espléndida, su belleza nace del conjunto, de las constelaciones que forman y

que iluminan y orientan las noches del mundo. También ustedes llamados a las alturas

del cielo y a resplandecer en la tierra, están hechos para brillar juntos. Es necesario

permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en movimiento. No pueden pasar

las jornadas aislados, rehenes de un teléfono. Los grandes glaciares de estas tierras

me hacen pensar en el deporte nacional de Canadá, el hockey sobre hielo. ¿Cómo es

posible que Canadá conquiste todas las medallas olímpicas? El hockey conjuga bien

disciplina y creatividad, táctica y físico, pero lo que hace la diferencia siempre es el

espíritu de equipo, presupuesto indispensable para afrontar las imprevisibles

circunstancias del juego. Hacer equipo significa creer que para alcanzar grandes

objetivos no se puede avanzar solos, es necesario moverse juntos, tener la paciencia

de combinar pases y movimientos para tejer estrategias de juego. También significa

dejar espacio a los demás, salir rápidamente cuando es el propio turno y alentar a los

compañeros. ¡Este es el espíritu de equipo!

Amigos, caminen hacia lo alto, vayan cada día hacia la luz, hagan equipo. Y hagan

todo esto en vuestra cultura, en el hermosísimo lenguaje inuktitut. Les deseo que

escuchando a los ancianos y recurriendo a la riqueza de vuestra tradición y de vuestra

libertad, abracen el Evangelio custodiado y transmitido por sus antepasados, y que

encuentren el rostro inuk de Jesucristo. Los bendigo de corazón y les digo

qujannamiik! (¡gracias!)”

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